martes, 6 de noviembre de 2012

Testimonio de Adriana





"Quizá deba remontarme a unos años atrás para contar y para comprender un poco mi historia. Soy hija de un matrimonio que esperó once años para tener la primera hija que fui yo. ¿Caprichos? Sí, tuve un montón; fui la nena malcriada y caprichosa de la familia. Por ser la primera y porque todos mis primos y mi hermano son varones; yo soy la única mujer.
Mi adolescencia fue hermosa hasta que apareció en mi vida Daniel. Estuvimos saliendo aproximadamente dos años y medio, de los cuales él se pasó un año y nueve meses golpeándome y abusando de mí, generalmente cuando se emborrachaba, cosa que hacía con frecuencia.
Terminé 5º año en 1993 y se suponía que tenía que empezar a estudiar en la facultad porque tuve la posibilidad de elegir entre trabajar y estudiar. Lo que yo elegí fue "hacer que estudiaba". No tenía proyectos y creo que jamás los tuve. Es más, creo que recién ahora estoy conociendo el verdadero significado de esa palabra. Yo era de esas personas que empiezan todo lo que esté a su alcance, y así fue que nunca terminé nada. Así eran los pilares de mi vida: inconclusos, y fue por eso que el derrumbe tenía que suceder tarde o temprano, era algo inevitable; y llegó.
Mi primer contacto con la droga fue en la facultad, cursaba el segundo cuatrimestre del CBC en la sede de Martínez. Cuando apareció la posibilidad, me dije: '¿por qué no? Total, por una vez que pruebe el gran misterio prohibido éste, ¿qué me puede pasar?'. En realidad ahí estaba la cuestión, el problema; ésa no iba a ser la última vez que iba a tener esa clase de pregunta en mi interior. Cada vez iban cambiando, pero en el fondo eran maneras de justificarme. Al principio decía que probar dos o tres veces no me iba a hacer nada y después que yo lo podía controlar.
Así fue como la puerta hacia un abismo inmenso comenzó a abrirse y yo, como tantos otros, no hice más que entrar. ¿Mis padres? Ajenos a todo se decían: '¡pobre Adrianita!, se queda noches despierta para poder estudiar' cuando en realidad yo ni siquiera podía cerrar los ojos para poder descansar.
Marcelo, mi nuevo novio, era exactamente lo contrario de Daniel, era el otro extremo. Lo conocí en el McDonald's de Unicenter, donde trabajábamos. Yo ahí me sentía la supermujer porque nadie podía hacer las cosas mejor y más rápidas que yo, pero eso me duró poco tiempo. Después me aburrí y renuncié.
Marcelo estaba todavía a mi lado porque lo retenía siempre con la promesa de que iba a dejar. 'Te juro mi amor que ésta es la última vez que lo hago', le decía. Le pedía por favor que no me dejara y le decía que si me quedaba sola me iba a morir. Era una técnica que había aprendido de Daniel. Más de una vez lo dejé esperándome en algún lugar por horas y me iba por ahí. Cuando 'bajaba' me acordaba de él, lo llamaba y después lo encontraba. Entonces con un poco de llanto y nuevas promesas otra vez lo tenía a mi lado.
Durante todo ese tiempo tuve una sola amiga que, gracias a Dios, me banco todos mis rayes, del más chico al más grande. En realidad, mi eterno afán fue el de tener, como dice la canción, un millón de amigos, pero por querer estar con unos descuidaba a los otros y al final, cuando quise darme cuenta y miré a mi alrededor, no había nadie. Sólo tuve los típicos amigos de ocasión y Mariana, mi mejor y única amiga.
Según creía yo, hasta ese momento estaba todo bien y tranquilo, todo 'bajo control'. Un fin de semana empecé a tomar y como para poder ponerme en clima y '¡nunca más!'. Cuando me quise acordar ya no era sábado a la noche sino martes a las siete de la tarde. Y el 'nunca más' me duró hasta que pude conseguir más droga. Cada fin de semana o cada vez que salía, tenía que tener 'algo' de incentivo y aparte una botella de algo fuerte.
A fines de 1994 salimos en familia como todos los años para Necochea. Yo me sentía tranquila porque me alejaba de la gente que consumía y allá no conocía a nadie. Pensaba que iba a estar lejos de todo y que sola podría zafar. Esa ilusión se esfumó la misma noche que llegué. Me pareció que había que 'festejar' porque estábamos de vacaciones y en Necochea... Recién ahora me pregunto, ¿por qué festejar implica tomar alcohol y si te emborrachás mucho mejor? Ése era un concepto que yo tenía muy incorporado y bueno... Dicen que entre los 'locos' nos reconocemos y creo que así porque me fui a un bar y al rato alguien se acercó a ofrecerme cocaína. A partir de ahí no hice más que hundirme, caerme, ahogarme, entrar, matarme.
Hubo muchos momentos. Al principio eran quizá placenteros, pero a medida que la droga me consumía se tornaron inaguantables, insostenibles. El vacío y la culpa se adueñaron de mí y al querer luchar contra eso y ver que no podía, iba por más. Recuerdo las veces que amanecía tirada en la playa. Hubiese sido hermoso poder apreciar esos amaneceres a la orilla del mar, pero no en el estado en el que me encontraba. No valoraba ni mi vida ni mi cuerpo y terminé por no valorar a nadie de los que me rodeaban, terminé siendo una cosa que necesitaba droga y que vivía para tomar cada día un poco más. Más de una vez pensé en matarme, pero el mismo miedo que me impedía afrontar mis problemas me salvó.
Los sentimientos en mi interior estaban muy anestesiados, bajo una coraza de acero. Sólo sentía vacío y una inmensa culpa por lo que estaba haciendo, pero por otro lado, apenas se me pasaba el efecto, corría casi con desesperación a buscar al que me vendía para ir por más. Me costó un poco poder disfrazarlo ante mi familia, me costó explicarle a mi hermano la cantidad de bebidas y mezclas que hacía. Él no podía entender cómo con tanta cantidad de alcohol yo todavía estaba de pie. Tenía 'las salvadoras', como les decía yo a las gotitas de colirio para los ojos. Con un par bastaban para poder aparecer en el hotel, un poco de perfume y listo. Lo demás era sencillo de manipular y me salía muy bien.
Terminaron las vacaciones. Fue casi increíble cómo se me pasó el tiempo. Creo que tuve un segundo de coherencia y pude tomar algunas precauciones antes de volver, pero me olvidé de Marcelo. Con él la situación llegó al límite. Ya no lo conformaban mis promesas en el aire y así fue como me dio a elegir entre las drogas y su amor. Yo estaba tan enferma que elegí lo que me estaba matando.
Ahora estoy acá luchando por salir, por cambiar, por mis proyectos, por vivir.”



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